Luciano Pavarotti volvió a conmover

domingo, 9 de septiembre de 2007 |

El planeta entero sabía que ayer se realizarían los funerales de Luciano Pavarotti, y que asistirían miles de personas para despedir al “italiano más famoso del mundo”, como se le ha llamado en estos días. Se sabía que en el homenaje final irían políticos, artistas, amigos...

Era un hecho que en la ceremonia cantaría Andrea Bocelli el Ave Verum Corpus, de Mozart, y que Raina Kabaivanska haría lo propio con el Ave María del Otello, de Verdi. Que el músico sería despedido en un funeral prácticamente de Estado, con el primer ministro Romano Prodi como testigo.

Nadie dudaba de que llenaría la piazza. Cien mil personas, según el primer cálculo de la alcaldía de Módena, en una plaza que será la cuarta parte de lo que es el Zócalo de la ciudad de México. Una plaza repleta a más no poder, donde desde el viernes por la noche se escuchaban sin parar sus canciones y, a medida que acababa una, eran respondidas por los aplausos del pueblo.

Incluso por eso, aunque no estaba en el programa de la ceremonia final, no hubiera extrañado escuchar en la eucaristía otro más de sus temas.

Y cuando parecía que todo estaba escrito, todo reportado, Luciano Pavarotti volvió a sorprender...

Casi al final de la misa, ceremonia en la que por cierto en más de una ocasión se rompió el protocolo eucarístico, se escuchó su voz, pero no sonaba como la de los últimos tiempos, había algo raro en ella...

El sonido no tenía esa fidelidad que logra el CD, era más bien como cuando se escucha un LP. Pero además no sólo se escuchaba su voz, había otra... más madura, menos educada: “¿Quién canta con Pavarotti?”, se preguntó. “Es él con su papá”, confió en voz baja una de las invitadas especiales a la ceremonia.

Sí, era una vieja grabación de cuando su padre, Fernando, de oficio panadero, cantaba en el coro de esta misma catedral, donde ayer se despidió a Big Luciano. Era el Panis Angelicus, de César Frank, interpretado por ambos.

Los modeneses cuentan, sobre todo aquellos muy muy viejitos, que su papá cantaba, y que también cantaba bien. Dicen que hasta 30 Aves Marías llegaba a interpretar en promedio para los matrimonios que se celebraban en esta ciudad y que luego, en ocasiones, Luciano lo acompañaba.

Así era esta pieza —grabada en vivo en la misma catedral donde ayer fue despedido el gran tenor—, la cual hizo que al final de la misa todos se pararan y aplaudieran más de tres minutos. Afuera también la gente no dejaba de aplaudir. Fue el momento más emotivo de la eucaristía. Ninguna palabra, ningún mensaje logró lo que la voz de los Pavarotti hizo ayer entre los presentes.

Y no es que los mensajes no tuvieran sentido, pero el pueblo de Módena, literal y musicalmente, se desbordó desde que el jueves por la madrugada se supo de la muerte del tenor.

Sin embargo, Romano Prodi, primer ministro de Italia, hizo su intento. Antes de que acabara la misa se paró y leyó un mensaje de gratitud.

“Hay circunstancias en que las palabras no sirven, todo nuestro entorno muestra la importancia de Pavarotti en nuestro continente y en el mundo. Es para mí un gran honor hablar a nombre de Italia en esta espléndida catedral con este pueblo que siempre lo acompaña. A las hijas y a la esposa del maestro Pavarotti, no nos resta más que darles las gracias por haberlo compartido con todos, con Italia y con el mundo.”

Y se refirió a Luciano Pavarotti como un mensajero de paz, que hizo de la “música un instrumento de la vida y contra la guerra”.

En el funeral, presidido por el arzobispo de Módena, Benito Cocchi, acompañado por 18 sacerdotes, se leyó un telegrama enviado por el papa Benedicto XVI, en el que expresó su pesar por la muerte de Pavarotti, quien “con su extraordinario talento interpretativo ha honrado el don divino de la música”.

Durante la exequias, el arzobispo recordó al pequeño Luciano, “un niño que tuvo el don natural de una extraordinaria voz que cultivó con tenacidad y así se convirtió en una figura principal entre todos los tenores de su tiempo”, y también leyó un mensaje escrito en nombre de Alice, la hija de cuatro años del cantante y Nicoletta Mantovani: “Papá, me has querido tanto. Sé que me protegerás siempre. Te llevaré vivo en mi corazón de niña”.

En un escrito de su viuda, leído también por el arzobispo, destacó el optimismo de Pavarotti, le agradeció sus “ganas de vivir”, el amor que les dio a ella y a su hija, y cómo les enseñó a amar.

En los mensajes no faltó el lado humanitario de Pavarotti, la batalla que dio desde “su trinchera” contra las guerras: batalla que compartió también con dos amigos que ayer estuvieron presentes para darle el último adiós: el ex secretario de las Naciones Unidas, Koffi Annan y el vocalista de U2, Bono, acompañado por The Edge, guitarrista del grupo, y las esposas de ambos. Fueron las personalidades más notorias y las únicas por las que la familia Pavarotti desvió su salida de la iglesia para agradecerles su visita.

Los detalles no faltaron. Durante la eucaristía se repartieron mil 500 folletos de cartoncillo color crema estrictamente numerados (del 0 al mil 500) y de confección artesanal, mismos que se imprimieron una noche antes.

Terminó la misa y los aplausos continuaron hasta el panteón de la ciudad que lo vio nacer y que también lo vio morir.

A la salida de la catedral, miles de personas despidieron al tenor en medio de aplausos. Diez aviones de la patrulla acrobática italiana efectuaron un doble sobrevuelo sobre la ciudad, dejando a su paso estelas con los colores de la bandera de Italia (rojo, blanco y verde).

Pavarotti fue enterrado en el cementerio de Montale Rangone (a una decena de kilómetros de Módena, donde reposan sus padres y su hijo Riccardo), en un día marcado por la tristeza que provoca saber, como bien dijo el arzobispo Benito Cocch, que “la muerte de Pavarotti hace que nos sintamos más pobres”. (Con información de agencias)

Via eluniversal

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