La música y la emoción popular presidieron el funeral de Pavarotti

martes, 11 de septiembre de 2007 |

En medio de su gente, de sus amigos y familiares, Luciano Pavarotti cantó ayer por última vez junto a su padre Fernando en la catedral de Módena. Durante el funeral de Pavarotti en su ciudad natal, el arzobispo Benito Cocchi concluía su homilía recordando cuando el tenor y su progenitor cantaron juntos en el Teatro Comunale de la ciudad, en 2001, para festejar los cuarenta años de carrera de «Big Luciano». Sonó la grabación de aquel momento y se vivió uno de los momentos más emocionantes de la ceremonia. Los aplausos de los presentes en el templo y en la plaza del Duomo se hicieron oír con entusiasmo sobre las notas del «Panis Angelicus» de Franck cantado por padre e hijo.

A estas voces se sumaron, durante la ceremonia, las de Andrea Bocelli, que cantó el «Ave Verum», de Mozart; Raina Kabaivanska, que introdujo la ceremonia con el «Ave María» del «Otello», de Verdi; y el coro en el que cantó un pequeño Luciano, la Corale Rossini. Se cumplió de este modo el deseo de Pavarotti de que su funeral estuviera marcado por la música a la que dedicó gran parte de su vida y que «tantas satisfacciones» le dio.

A pesar del calor que hacía ayer por la tarde en la plaza del Duomo de Módena, «su pueblo» quiso estar con Pavarotti y más de 50.000 personas, según cifras facilitadas por el Ayuntamiento de Módena, resistieron las altas temperaturas aplaudiendo, llorando e incluso susurrando algunas de las melodías que se pudieron oír durante la ceremonia. En el interior del templo el ambiente era similar. Nicoletta, la segunda mujer de Luciano Pavarotti y madre de su hija Alice, estaba sentada junto a las hijas del tenor fruto de su matrimonio con Adua Veroni -su primera mujer-, quien también se encontraba en la ceremonia visiblemente emocionada. Y en torno a ellas amigos cercanos, familiares del tenor y autoridades políticas, como el presidente del Consejo, Romano Prodi, quien leyó una oración; el vicepresidente, Francesco Rutelli, y el ministro de Defensa, Arturo Parisi, entre otros.

No podían faltar las personas que en los últimos años compartieron proyectos artísticos con Pavarotti, como los líderes de U2, Bono y The Edge, sentados junto al director de cine Franco Zefirelli, los cantantes italianos Zucchero y Jovanotti, la bailarina Carla Fracci, la soprano Mirella Freni -hermana de leche de Pavarotti-, el ex secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan y el director general de la FAO Jacques Diouf, entre otras muchas personalidades que viajaron a Módena para despedir al cantante lírico. Fue muy comentada la ausencia de sus dos compañeros de trío, Plácido Domingo y José Carreras. El tenor madrileño se justificó desde Los Ángeles y dijo que tenía que ocuparse de los ensayos del «Requiem» de Verdi que se ofrecerá hoy en aquella ciudad en recuerdo del cantante desaparecido.

Telegrama del Papa
La capilla ardiente del tenor, por la que pasaron varios miles de personas desde que se instaló el jueves por la noche, se cerró a las tres de la tarde para dar paso a la ceremonia fúnebre dos horas después. El rito dio inicio con la lectura de un telegrama del Papa Benedicto XVI, en el que expresaba su pesar por la «triste noticia de la desaparición del tenor que con su extraordinario talento ha honrado el don divino de la música». Asimismo se leyó un mensaje de su hija Alice, de cuatro años, fruto del segundo matrimonio del tenor: «Papá, sé que me has amado mucho y sé que me protegerás siempre. Te llevaré conmigo en mi corazón de niña».

Al concluir la ceremonia, los restos mortales del cantante salieron del templo por la Puerta de los Príncipes y en ese momento se empezaron a escuchar las notas de la ópera «Turandot» en la voz de Pavarotti -«All´alba vinceró»-, mientras las conocidas «Frecce Tricolori» dibujaban en el cielo de Módena los colores de la bandera italiana en medio de una ovación general que se prolongó hasta que se despidió el cortejo fúnebre en dirección al cementerio de Montale Rangone, donde está el panteón familiar. En su camino hacia el campo santo, los coches que pasaban se detenían para aplaudir y dar el último adios a esa gran voz de la lírica mundial que fue Luciano Pavarotti.

Via abc

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