Así es Doris Lessing, la nueva premio Nobel de Literatura

domingo, 14 de octubre de 2007 |

Decir que no es una mujer simpática sería menospreciar el bárbaro talento para la sequedad y el desdén que ostenta una de las escritoras más fascinantes y complejas del siglo XX.

Lessing es odiosa hasta la médula y no parece exagerado afirmar que su actitud vital es la de un hiriente punzón de hielo. Pero hay que entender una cosa: Doris Lessing no soporta tener 88 años. No soporta no escuchar bien. No soporta que se le escapen por los resquicios de la memoria algunas palabras. No soporta cansarse. Y esa rebelión contra lo que considera una infame traición de su cuerpo la vuelve aún más arisca y recelosa.

Pero no es sólo por vieja que es antipática. Lessing ha sido siempre una mujer dura, retadora, seca, y una de las inteligencias más admirables de nuestro tiempo. Es posible que ese carácter haya sido formado por el paisaje de su infancia. Y por la circunstancia.

Hoy por hoy, se tiene la idea de que los colonos británicos que se asentaron en África a comienzos del siglo XX eran todos ricos. No es verdad. El padre de Lessing -un oficial veterano de la Primera Guerra, que perdió una pierna en el frente-, llegó a Rodesia atraído por la promesa de la abundancia. Y pasó lo de siempre: la tierra que le dieron era estéril, el lugar un remoto paraje rural, el aislamiento, casi total. Y a punta de fracasos, quiebras y enfermedades, su padre se sumió en una amargura de la que solo salía cuando recordaba sus heroicos días en el campo de batalla. Su madre, mientras tanto, intentaba mantener vivo, en medio de una pobreza hostil que le era ajena, el eco de grandiosidad de su juventud en la Inglaterra victoriana.

El resultado fue triste y patético, y Lessing creció áspera y agreste, moldeada por una mentalidad de frontera, de límite del mundo. Soñaba con escapar de allí, y Europa, o más bien la desconocida madre patria, Gran Bretaña, era el mítico lugar del origen en el que estaba afincada su idea de salvación. Y hasta allá llegó para quedarse hasta hoy.

Doris Lessing es, ante todo, una escritora política, aunque no solo eso. No porque sus libros tengan un mensaje político -no es así-, sino porque tienen un profundo significado político. Ha sido toda su vida una activista cuestionadora y nada ingenua. La brutal segregación racial de la que fue testigo directo, el auge de la ilusión comunista que fue el signo preponderante de su tiempo tras la derrota de Hitler, la fe en el estalinismo de la que abjuró con genio visionario, podrían hacer pensar que su obra solo gira en torno a las grandes cuestiones políticas que marcaron el siglo XX. Pero Lessing no es una escritora (como todos los grandes) a la que se pueda encasillar con tanta facilidad.

Su obra principal, 'El cuaderno dorado', un tremendo mamotreto de 1.000 páginas, es un descenso a los abismos de la desintegración del yo, de la conciencia, de lo que nos hace humanos. Y es también, cosa que se olvida, una inquietante reflexión sobre el propósito de la escritura, sobre la imposibilidad de escribir y sobre las imposiciones del totalitarismo en el lenguaje. Y si ha sido encasillada (otro estúpido intento de reduccionismo) como una escritora feminista, es simplemente porque el personaje protagónico de la novela, Anna, es una mujer. Y aunque sea osado afirmarlo, muy seguramente ese hecho particular es el culpable de que Lessing no sea leída hoy, ni su nombre venga a la mente con facilidad cuando los literatos piensan en los grandes escritores del pasado siglo. Porque las feministas se apropiaron del libro, y este fue reducido a "una biblia del feminismo". Nada más falso. Lessing no es Simone de Beauvoir. Ni riesgos.

Aun así, como lectora, debo decir que su lectura (como la de casi toda su obra temprana) para mí fue una experiencia de asombrado reconocimiento, de íntima y liberadora incomodidad.

"¿Por qué está usted aquí?", le pregunta a la protagonista del libro su psicoanalista. "Porque he tenido experiencias que deberían haberme conmovido y no lo han hecho", responde Anna. Esa es Doris Lessing, escéptica, brillante, insoportable.

Via eltiempo

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